"Manuel sacó a Bom de la jaula y lo arrastró por el collar hasta la cruz en aspa para sujetarlo de cara a ella. Agarró un látigo trenzado y le flageló la espalda con veinte azotes silbantes como saetas. Jul tragó saliva con cada zumbido en el aire y restallido del cuero sobre el piel de Bom, hasta que resonó el último. Mas en ningún instante pudo percibir el menor quejido del noble perraco, que se estremecía con cada ráfaga que cruzaba su espalda y el ardor que le escocía el alma. Manuel enrolló el largo flagelo y dijo: “Ahora voy a por el otro...Es su turno”. Y con aquellas palabras a Bom le cayeron las lágrimas, apoyando la frente en la madera."
Si pinchas la fotografía o el link de la columna a tu derecha puedes leer el capítulo 11
de esta historia escrita por el Maestro Andreas
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