14/12/11

Bruno sabía pegar



"De un puñetazo en la cara me precipitó contra la pared donde mi cráneo se estrelló con un chasquido seco y caí al suelo mareado.
Enseguida me empezó a sangrar la nariz. La polla se me empezó a enderezar.
El rostro de Bruno, de facciones rocosas de semblante pétreo y sesgado, se mostraba decidido a encontrar y castigar un culpable. Y ese era yo.
Bruno era el vivo retrato de la violencia descontrolada, ya no como promesa, sino como realidad. Necesitaba descargar toda la adrenalina que había acumulado los últimos días. Y la iba a descargar por fin.
Me levanté tambaleante, la mirada un poco nublada, para solicitar más palos ¿por qué no?
Me cogió de la pechera y me pegó de nuevo en la cara, varios puñetazos expansivos, relativamente apáticos. Los primeros golpes eran parecidos a una danza de apertura, caricias infalibles que me calentaban enseguida.
Volví a caer.
El rostro me ardía. Me había partido el labio y un hilillo de sangre, de sabor dulzón y cálido, se me colaba en la boca.
Me levante con dificultad y me planté frente a él esperando el siguiente golpe. Esta vez fue en la boca del estómago. Un golpe seco, limpio, que me cortó el resuello y me dobló en dos.
Los puñetazos de Bruno eran siempre así, inmediatos y contundentes, acerados. Bruno sabía pegar.
No me permitió que me tirase al suelo. Me apresó con una mano del cuello y con la otra de la cintura de los pantalones y me dobló sobre mí, para que soportase el dolor y la ausencia de aire en mis pulmones.
Desde luego, no iba a acabar conmigo tan pronto. Sin duda iba a ser una sesión larga.
Me enderecé pero no lo vi, no veía a Bruno. Podría haberse marchado, pero no se había marchado. Todavía no estaba satisfecho.
Descansó, se alejó un par de pasos y encendió un cigarrillo.
Lo fumaba tranquilo, paseando por la casa, asomándose por la terraza.
Me llegaba tenue el olor a tabaco quemado, que añadía al ambiente una densidad opresiva que se sumaba a mi dificultad para respirar..."



Este fragmento pertenece a la novela de   Cristobal Ramírez "Sigueme"
La fotografía que ilustra es de   Justin Monroe

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