Un buen Master sabrá manipular con el puño bien profundo en las tripas del perro.
Podrá jugar con la vejiga del animal y si además le prohibe mear lo pondrá al borde de la desesperación.
Tarde o temprano, con permiso o sin el, el desgraciado terminará abriendo las compuertas
y estallará en meos con la fuerza de un orgasmo.
La fatalidad de la desobediencia permitirá al Amo seguir con el juego manipulando a su esclavo.
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