"Iba a estrenar esa noche una máquina jodedora, que podría llegar a destrozarle el culo a cualquiera si se le imprimía la máxima velocidad al embolo que movía el pene de goma, insertado en la barra que se introduciría por el ojo del culo del sumiso.
No sólo los azotaría con la fusta, sino que golpearía las plantas de los pies de los chavales con el propio bastón de mando del general, adornado con una preciosa empuñadura de oro, y tenía que aplicarles una moderno instrumento generador de corriente eléctrica de baja tensión, con el que le daría descargas en los genitales, pezones, en los dedos de los pies y de las manos, las sienes. En la lengua. Dentro del pene sondado convenientemente con una cánula de metal. Y, por supuesto, a través del recto y variando su intensidad, hacerles sentir el escalofrío del un rayo que recorriese sus médulas y los receptores sensoriales transmisores de tal información a los terminales nerviosos del cuerpo de los dos chavales, inmolados por el amor del capitán a su amante."
Si pinchas la imágen puedes entrar a leer el capítulo 21 de esta historia del Maestro Andreas
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