"El capitán agarró el pene del muchacho, estirado por el peso de la bola colgada de la punta y lo rodeó con una cuerda por su base, incluyendo también los huevos, y tiró para separarlos del vientre del chaval.
José miró hacia el espejo, luego a Dani, pensó unos segundos y alzó la macheta, manteniendo el cuchillo en la mano con la que sujetaba la cuerda, y dijo: “Será mejor sajar también las pelotas, porque así sólo serás una puta perra cuya utilidad será la de servir de zorra”.
Y, después de volver a ver hacia el esclavo que aún seguía postrado a sus plantas, con toda la fuerza de su musculoso brazo derecho, en el que se marcaban las venas ramificadas como raíces de un grueso árbol..."
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