"En adelante te prohíbo que te laves el sexo.
Seré yo quien te limpie, concienzudamente, con mi boca, mi lengua y mis labios a tus pies, quiero comer el gel de tu esperma y de tu orina y todo el olor a humedad de ese vientre del que sales, quiero que gracias a tu polla su jugo vaginal me gotee en la garganta.
No quiero que tu sexo liso e inodoro, jabonoso, contra mi lengua quiero que tenga grano, espesor, el olor de vuestros sexos confundidos.
He retirado los jirones de sábanas y le he dicho: ahora te toca saciarme a mí, saciarme con tu esclavitud, agáchate en seguida, quítate la ropa en cuclillas, con dificultad; y he estrellado mi pie descalzo contra su mejilla, mi verga está caliente, voy a golpearte las mejillas y la nuca con ella, voy a frotarte mi polla por las nalgas, y para que te la meta en el culo, tendrá que implorarme con las palabras más obscenas.
Pero primero túmbate cuan largo eres, voy a usarte ahora.
He apretado progresivamente la mordaza más fina hasta casi estrangularlo y le he dicho: es tu collar de perro, imagínate que está cubierto de pinchos y que esos pinchos se te van a clavar en el cuello a cada señal de insumisión, imagínate que la sábana que voy a anudarte en torno a los huevos y la picha estará forrada con los mismos pinchos que se te clavarán en la carne siempre que me la chupes con menos ardor, siempre que tu brazo se canse de meneármela, cada vez más fuerte, siempre que tu culo no me aspire bastante la polla, quiero verte caído y suplicante, extenuado por mis golpes, ávido de castigo:
Mira esta otra mordaza te pasará entre los dientes y te hará sangrar las encías, pero antes tengo con qué llenarte la boca muchas veces, con el paquete que se hincha y palpita en mi calzoncillo, con mi lengua y mi puño, es necesario incluso que el fondo de tu garganta, tus amígdalas, que no controlas estén al servicio de mi placer.
Mi verga te atravesará de parte a parte, quiero oírte tus quejidos, para poder hacerte callar, rellenarte la boca y el culo cada vez más, sin remisión, y ahora extiende los brazos para que te ate las muñecas, sé impedido, sé manco, voy a castigarte por esa erección que te enrojece el vientre, te voy a frotar la base del glande, ahí donde se abre en la punta del nervio, con un cubito de hielo, y no grites, el suelo bajo tu cuerpo aún está demasiado suave para ti, no es piedra lo que necesitas, es hielo, una placa de hierro al rojo, para que te retuerzas, para que tu cuerpo se reanime y explote, aplastado por el mío.
Voy a comerme tu piel asada, quiero que estés absolutamente en carne viva."
Fragmento de "Los perros" autor Hervé Guibert
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