El uso de la máscara anti-gas, como recurso fetichista, ha sido utilizado en numerosas ocasiones y en diferentes expresiones artísticas.
El acto de ataviarse con semejante prenda, produce un efecto que supone la anulación de la faz humana
para convertirla rápidamente en algo monstruoso, aunque simultáneamente inquietante.
El fetichista que todos llevamos dentro se rebela y surge la fascinación por las formas del instrumento.
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