"Rompieron la saca por encima de su cabeza, pero sin destapar los ojos, y le afeitaron el poco pelo que aún le quedaba. Y a fuego le grabaron una a una las letras que formaban las palabras “cerda sumisa”. Y sobre el vientre, encima del pito arrugado de pánico, le escribieron “perra esclava”. Y para que no quedasen dudas, al final de la espalda le pusieron por el mismo sistema, “soy un cabrón”. Probablemente el dolor no le dejó apreciar la caligrafía de los hierros, pero las letras estaban muy bien escritas."
Si pinchas la fotografía o el link de la columna a tu derecha puedes leer el capítulo 31 de esta historia escrita por el Maestro Andreas
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