"Manuel dijo que lo pusiesen de bruces, atado de pies y manos a las cuatro patas de la mesa, y una vez cumplida la orden por los imesebelen se aproximó al culo del cachorro y acarició en círculo su esfínter con las yemas de los dedos. Y se sentó mirando de frente el trasero de Jul.
Pasado un breve tiempo, el chico empezó a mover el culo en todas las direcciones, cerrando y abriendo el ano con nerviosismo, como si necesitase urgentemente que algo le aliviase un terrible escozor, parecido al que se siente en el ojete cuando se tienen lombrices en el intestino. El cachorro no paraba y su picor iba en aumento. Se retorcía cuanto podía y levantaba el trasero como buscando un nabo para metérselo dentro y que le frotase el interior, que cada vez le urgía más sentirlo lleno.
Manuel, quieto, observaba la escena, con el muchacho crispado sobre la mesa como un cabrito endemoniado y los cuatro custodios en las esquinas mirando al tendido como si no hubiese nada encima del tablero. Jul gemía y jadeaba con sudores fríos y parecía que iba a partir los dedos de las manos intentando clavar las uñas en la madera, sobre la que apretaba la frente. La babas caían de su boca y los lamentos subían de tono.
Manuel, quieto, observaba la escena, con el muchacho crispado sobre la mesa como un cabrito endemoniado y los cuatro custodios en las esquinas mirando al tendido como si no hubiese nada encima del tablero. Jul gemía y jadeaba con sudores fríos y parecía que iba a partir los dedos de las manos intentando clavar las uñas en la madera, sobre la que apretaba la frente. La babas caían de su boca y los lamentos subían de tono.
Entonces Manuel se levantó y se acercó a las cachas de Jul, diciéndole: “El deseo violento e insaciable en la mujer de entregarse a la cópula, se llama furor uterino. Y eso es lo que tú tienes ahora. Esa sensación y ese fuego que te quema el ano te lo produce una sustancia que te he puesto con mis dedos y como mejor se alivia es follando. Ruégame, mejor, suplícame que permita a estos cuatro negros que te follen y no sólo gozarás como una perra sino que ese chocho ardiendo se apagará con el semen de estos salvajes. Suplica, Joder!... Pídemelo y no pararán de darte por el culo hasta que el efecto de la droga haya pasado... Vamos Jul!”.
Si pinchas la fotografía o el link de la columna a tu derecha puedes leer el capítulo 35 de esta historia escrita por el Maestro Andreas
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