"Y al intentar separarse del espejo, oyó la voz de su cachorro: “Mi amo. Si no me besas, al menos mea dentro de mí, porque me pica y necesito que me refresques el culo”.
“Serás puta! Estabas despierto, jodido cabrón! Cómo te atreves a hablarme sin permiso! Te voy a arrancar esa puta lengua de un mordisco”.
Y Manuel se lanzó en plancha sobre Jul, pero no le cortó la lengua sino que le besó la boca.
Y rápidamente le levantó las piernas y observó su esfínter: “Lo tienes muy irritado. Como decían las viejas de este pueblo cuando yo era pequeño, lo mejor sería sentarte en agua con sal. No sé si eso cura, pero ellas aseguraban que era bueno para todo”.
“Puedo hablar, amo?”, pidió el chaval. “Habla, zorra, que te las sabes todas”, autorizó el señor y Jul dijo: “La sal me ardería mucho”. “Sí. Seguro que sí”, afirmó Manuel. Y añadió: “Si me llego a dar cuenta ayer de eso, te meto el culo en un caldero lleno de agua con sal gorda, por cabrón... Pero ahora me meo por la pata abajo”. Y, como la voz de su mascota ya le había engordado la verga, se la enchufó por el culo y después de un polvete rápido le soltó una meada como para a pagar un incendio. Y si el meo es bueno para los sabañones, también le fue estupendamente al culo de Jul, porque se lo alivió bastante después de correrse como un cerdo, encima del estómago, al descargarle su amo la orina en las tripas."
Si pinchas la fotografía o el link de la columna a tu derecha puedes leer el capítulo 36 de esta historia escrita por el Maestro Andreas