Algunas tardes, en la intimidad del dungeon para algunos Amos es agradable
disfrutar de sus chicos usándolos en juegos inocentes.
Sentir como se estremecen al hacerle cosquillas,
medirle el calor de sus tripas hundiéndoles algunos dedos por el ojete,
ordeñarlos y bañarlos con agua bien helada para calmarlos,
y esperar la llegada de la noche.
Una noche que seguramente invitará a juegos menos inocentes,
más fuertes, juegos que dejarán marcas.
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