"...me meto en un cuarto atestado de tíos sin camiseta. Huele a sobaco.
Me quito la camiseta y me la sujeto al cinturón. Inmediatamente, un montón de manos empiezan a sobarme le pecho. Sí, tengo cincuenta, pero hago ejercicio y eso, a oscuras funciona, ya que mis patas de gallo se esconden entre las sombras.
En la oscuridad, una boca se cierra sobre mi pezón izquierdo y lo succiona como un recién nacido, mientras otra boca me trabaja el derecho como una sanguijuela.
Apoyo los brazos en sus hombros, y acaricio sus cabezas.
Uno de los chupadores de tetas se larga para vampirizar a otro tío, y el chico que me está trabajando el pezón me muerde demasiado fuerte, de modo que le empujo.
Entonces vuelve al ataque, incluso con más fuerza, pensando probablemente que forma parte del juego.
Si dejas que la testosterona siga su camino Dios sabe lo que un chico es capaz de hacer. Le agarro por su pelo y tiro de él.
Se mueve para continuar, así que le doy una buena hostia en las mejillas…"
Daniel Jaffe
de "Bendito sea el ángel azul"
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