20/1/15

Puta de mi Jefe -3ra parte

"El reloj de pared marcaba las doce cuando empecé a oír gritos que salían de su despacho;  creyendo que me llamaba, abrí la puerta. 
Mi jefe estaba hablando por teléfono y por el tono no estaba muy contento. 
Al verme me pidió que me sentara. 
Durante cinco minutos esperé que terminara su conversación. 
Apretando mi cuaderno entre mis manos me entretuve observándolo.


Sin importarme que se diera cuenta de mi escrutinio me quedé embelesado con su cuerpo. 
Sin un átomo de grasa todo en él era energía. 
El carísimo traje que portaba no podía disfrazar que bajo la tela ese hombre tenía un abdomen plano, ni que sus brazos eran lo suficientemente fuertes para someter a cualquiera que le hiciera frente, pero lo que realmente me cautivó fue su entrepierna. 
El grueso volumen que se escondía en su interior hizo que mi ojete se mojara solo con pensar en tenerlo entre mis labios. 
Incómodo me retorcí sobre la silla al constatar que me excitaba la idea de arrodillarme en frente de mi jefe. 
Tratando de evitar el curso de mis pensamientos me puse a recordar el supuesto odio que sentía por ese ser; pero tras varios intentos infructuosos me di por vencido. 
Deseaba ser suyo, someterme a sus caprichos, sobre todo complacerle. 
No me había dado cuenta que había apagado el móvil. y por eso tuvo que repetir que tomase nota. 
Saliendo de mi ensimismamiento cogí el bolígrafo y me puse a escribir su dictado. 
No tardé en darme cuenta que seguía cabreado. Varias veces tuve que tachar párrafos enteros porque no estaba contento con el resultado. 
Hecho un energúmeno se quejó de que no era eso lo que quería decir y reiniciando la carta me soltó: 
-Dame tus interiores.- 
Me quedé paralizado al escucharle. 
Don Fernando al ver mi turbación me pidió perdón pero me exigió que me los quitara porque necesitaba inspiración. 
No pude negarme a cumplir su inusual pedido y con mis mejillas coloradas me bajé el pantalón y tras sacarme el slip por mis pies se lo di. 
Mi jefe lo cogió entre sus enormes manos y llevándoselo a la nariz lo olió. 
No sé si fue el aroma del semen de perra sumisa, que el mismo me ordeñó una hora antes, o que solo fuera una pantomima suya para degradarme aún más.
Pero la verdad es que tomando impulso me dictó sin equivocarse el escrito de un tirón. 
Al terminar me pidió que lo transcribiera en el ordenador y que se lo mandara. 
Sin ni siquiera despedirme salí de su despacho con mi mente bloqueada por la imagen de su pene crecido bajo el pantalón, y tras enviárselo por correo no tuve más remedio que ir al baño a relajarme. 
Sentado en el váter me masturbé pensando en ese cabrón. 
Puede parecer inconcebible pero en menos de veinticuatro horas ese cincuentón me había conquistado, y hecho un loco sacudí mi polla. 
El orgasmo que recorrió mi cuerpo fue completo y todavía temblando volví a mi puesto. 
No puedo explicar la desilusión que me embargó al percatarme que mi jefe había salido y que su oficina estaba vacía. 
Casi llorando recogí su taza de café, y sin que nadie me lo pidiera acomodé su escritorio deseando que a la vuelta se sintiera cómodo. 
Ya no volvió en todo el día. 
Como perrito sin dueño me pasé seis horas mirando hacia la puerta esperando oír sus pasos, y como movido por un resorte imaginario cada cierto tiempo al ver que no volvía, fui yo quien soñando en su llegada el que tuvo que ir al baño a confortarme. 
Cuatro veces me corrí soñando que él me follaba. 
Al final de mi turno, cabizbajo, recogí mis cosas y me marché. 
Mi coche no era el mismo sin su presencia. 
Su habitáculo me parecía más triste y estrecho, de manera que aprovechando un stop, di rienda suelta a mi tristeza y a moco tendido lloré su ausencia...
"A la mañana siguiente, estaba hecho polvo, no había conseguido conciliar el sueño al recordar como ese hombretón había tejido una tela de araña en la me dejé caer sin remedio. 
Mi cama se había convertido en el escenario imaginario donde mi jefe se había propasado con su secretario.  
Ficticiamente, mi culo había sufrido sus embates. 
Mis continuos orgasmos eran una muestra clara de mi rendición. 
Acababa de ponerme el traje cuando escuché que alguien me llamaba al móvil.
Al darme cuenta que era él quien me llamaba, descolgué completamente histérico. 
-¿Estás listo?- le escuché decir. 
Creyendo que quería que fuese a por él, contesté alegremente que en quince minutos le recogía en el hotel. 
-No, bobo. Hoy vamos en mi coche. Estoy aparcado en la puerta de tu casa- 
Ni que decir tiene, que terminándome de arreglar, bajé ilusionado las escaleras para encontrarme que don Fernando me esperaba en un BMW tan enorme como él. 
Parecía una cría a la que su novio la recogiera para ir a una fiesta y sin darme cuenta, nada más cerrar la puerta, le di un beso en los labios. 
El muy cabrón no dijo nada de mi particular modo de saludarle y viendo que tenía problemas con el cinturón, me ayudó pero también lo aprovechó para pellizcarme uno de mis pezones. 
No me importó, comportándome como una zorra, gemí al sentir el contacto de sus dedos en mi aureola y con una sonrisa en mis labios, le pregunté a que se debía el honor. 
-Ayer no pude agradecerte que me sirvieras de inspiración y por eso te traigo un regalo- 
Que se hubiese acordado de mí, me encantó y empecé a abrir el paquete que me había dado. 
En el interior de la caja descubrí una sensual tanga de mujer y sin importarme que al estar en la calle la gente se quedara mirando, lo saqué para verlo mejor. 
Era preciosa, debía de ser carísima. 
Mi jefe soltó una de sus carcajadas al ver mi asombro y en contra de lo que me ocurrió en el pasado cada vez que le oía, no me importó. 
Estaba ya guardándolo en su envoltorio, cuando escuché su voz: 
-¿No te lo vas a probar?- 
-¿Aquí?- respondí medio cortado. 
Se me quedó mirando seriamente y entonces supe que no podría dejar de satisfacer sus bajos instintos. "

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