"Nunca pensé que caería tan bajo. Jamás se me había pasado por la cabeza el entregarme a un hombre de esa forma y menos a uno que me doblara la edad, pero ahora sé que difícilmente encontraré en uno más joven lo que él me ha dado.
Soy un muñeco en sus manos.
Ni yo mismo me creo lo que ha pasado.
Ese mal nacido hace de mí lo que le viene en gana y lo peor es que a mí, me encanta.
La culpa es mía y de nadie más.
Desde bien crío, había soñado con enrollarme a un ricachón y exprimirle hasta el último euro de su cuenta corriente y por eso, cuando me lo presentaron, creí que él era el salvoconducto que me sacaría de la tan manida clase media.
No estoy orgulloso, pero tengo que reconocer que en un principio solo me atrajo el color de su puñetero dinero.
Conozco a ese cabrón.
Todo empezó el día que la casualidad hizo que la empresa, donde trabajaba, quebrara y un fondo buitre se hiciera con la mayoría de las acciones.
Todavía recuerdo que una mañana mi antiguo jefe, casi llorando, me informó que había tenido que vender su empresa a un financiero.
Asustado por la posibilidad de perder mi trabajo, le pregunté cuando íbamos a conocer al nuevo dueño:
-Mañana llega. Ha exigido que me cambie de despacho porque quiere mandar desde el primer día-
Me dio pena el viejo, no en vano, siempre se había portado como un padre con todos sus empleados y ahora se quedaba relegado a un segundo plano.
Cómo os podréis imaginar, la noticia corrió como pólvora y todos en la oficina, estábamos aterrorizados por que la fama le precedía.
El nuevo jefe era conocido por ser un hombre inflexible, un maldito capullo que no tenía reparos en mandar a la gente a su casa por el mero hecho que le mirara mal o tuviera la desfachatez de llevarle la contraria.
Yo, en cambio estaba expectante, porque al meter su nombre en internet, había descubierto que además de millonario, era soltero y siempre se lo veía acompañado de muchachos jóvenes, con look de deportistas.
Me avergüenza reconocerlo pero a la mañana siguiente, llené mi bolso de deporte con una muda del gym y me puse un traje y una camisa ajustados, para impresionarlo.
Si a ese tipo le gustaban los muchachos atléticos, no se iba a sentir defraudado.
Al mirarme al espejo revisé mi aspecto para asegurarme de que la imagen que transmitía era la que estaba buscando y contento por el resultado, me dirigí a trabajar.
Sabiendo que era conocido por su escrupulosa puntualidad, llegué media hora antes y acomodándome en mi sitio, esperé a que hiciera su aparición.
El magnate entró exactamente a las nueve, venía acompañado de mi jefe.
Al fijarme en él, me sorprendió su figura.
En las fotos de las revistas se le veía un tipo normal y no ese animal, sus brazos y sus hombros eran los de un luchador y no los de un financiero.
Asustado por su presencia, me levanté a recibirles.
A mi antiguo jefe le sorprendió mi aspecto pero no hizo ningún comentario y presentándome a su acompañante, le dijo: -Fernando, le presento a Mario, su secretario-.
Sin cortarse un pelo, el recién llegado dio un repaso a mi anatomía.
El ejecutivo me exploró con su lasciva mirada como un ganadero examina a una res, recorriendo todo mi pecho y recreándose en mi culo.
Cuando ya creía que no podía sentir más vergüenza, le oí decir: -Un buen potrillo, espero que también trabaje-
Completamente ruborizado, le pregunté si deseaba algo.
-Un café- respondió y dando un azote en mi trasero, me exigió que me diera prisa.
Si no llega a ser por el rolex de diamantes que lucía en su muñeca ese día, le hubiese devuelto una hostia, pero comportándome como un jodido sumiso, sonreí como si me hubiese gustado su trato y meneando el culo, fui raudo a conseguir uno recién hecho.
Antes de cerrar la puerta, alcance a oír a mi antiguo superior recriminarle su comportamiento, pero el nuevo lejos de estar arrepentido, le contestó: -Si vamos a trabajar juntos, es bueno que me conozca cuanto antes-.
Reconozco que cuando lo escuché, se estremeció mi ojete pero no de gusto sino porque creí que la caza de ese cincuentón sería más fácil de lo que había planeado.
Sirviéndole el café ya me imaginaba una vida de lujos y por eso, al volver mis pezones estaban excitados.
Sé que me comporté como una zorra, pero no pude evitar agacharme al ponerle la taza enfrente y con una sonrisa, dejar caer: -Cuidado, está caliente-
El hombretón me miró y contestó: -Todavía no, pero si me sigues provocando así, vas a hacer que me hierva la sangre antes de comer-
Encantado de cómo se iban desarrollando los acontecimientos, volví a mi escritorio y olvidándome momentáneamente de él, me puse a ordenar el correo. Durante dos horas los dos hombres no salieron del despacho, pero los gritos que se alcanzaban a oír con la puerta cerrada me dejaron claro que ese energúmeno se estaba despachando a gusto.
Terminaban de dar las once y media, cuando vi que salía el antiguo dueño de su interior, cogiendo su abrigo me informó que acababa de dimitir, y haciéndome una confidencia me advirtió que yo debería hacer lo mismo.
-Lo siento, necesito el puesto- respondí mintiendo, no le podía decir que aunque no era rico tenía ahorrado lo suficiente para aguantar un par de años, y que lo que me retenía era ver si cazaba a ese tipejo.
Nada más despedirme, el mandamás me pidió que llamara a los jefes de departamento porque quería tener una reunión con ellos.
Uno a uno les fui informando que el nuevo jefe les quería en su despacho, y todos y cada uno de ellos dejaron lo que estaban haciendo, de manera que en menos de cinco minutos dio comienzo el improvisado comité.
Creyendo que no estaba requerido cerré la puerta y volví a mi silla.
No me había acomodado cuando escuché que a voz en grito me llamaba.
Asustado salí corriendo. y pidiendo permiso le pregunté que deseaba:
-Siéntate y toma nota de la reunión- me soltó indignado.
Fui testigo del denigrante modo que los trató a todos.
Perfectamente informado de la vida privada de todo el mundo, don Fernando fue desgranando los defectos y vicios ocultos de mis compañeros con una precisión insultante.
Cuando terminó se puso en pie, y señalando la salida les dio a elegir entre dejarse la piel en el trabajo o irse a la puta calle.
Reconozco que me sorprendió Aurelio.
Fue el único que se levantó, y cogiendo su cuaderno le respondió que se podía meter el puesto por el culo porque valoraba más su dignidad.
Nuestro jefe sonrió al escucharlo, y llamando a recursos humanos les pidió que le extendieran un cheque por el despido.
Los demás nos quedamos acojonados en nuestros asientos, de modo que tuvo que ser don Fernando quien nos mandara a trabajar.
La desbandada fue general, y yo el primero, no me apetecía quedarme con ese salvaje.
Desgraciadamente, cinco minutos después tuve que volver a entrar para que me firmara la liquidación del valiente.
Al ponerle los papeles para que estampara su rúbrica, el gigante me volvió a dar un buen repaso con la vista y tras firmar me preguntó:
-¿No te ha extrañado que no revelara tus defectos ante los demás?-
-Si- respondí, y queriéndome hacer el gracioso proseguí diciendo: -Será que no tengo-
No había terminado de hablar cuando ese capullo ya se estaba riendo a carcajadas.
Su burla me cabreó y encarándome a él le solté: -No soy consciente de mis fallos, ¿podría ilustrarme con lo que sabe de mí?-
Con lágrimas en los ojos producto de la risa, me contestó:
-¿Por dónde quieres que empiece? – y sacando un dosier con mi foto se puso a leer: -Veinticinco años, soltero, personalidad manipuladora, interesado, egoísta,...-
-¿Algún defecto?-, le espeté interrumpiéndolo.
-..bocazas y bastante puto; en resumen, eres un trepa que no dudaría en humillarse y dejarse follar por conseguir su objetivo.-
-Como puto solo es un estigma para los payasos, todo lo que tiene es que no me muerdo la lengua- respondí bastante enfadado por la descripción que había hecho, y cogiendo los papeles firmados decidí irme de su presencia.
Su carcajada retumbó en mis oídos mientras me marchaba.
Ya en mi mesa, sonreí al comprobar que ese ogro no se había molestado con mi altanería, al contrario, estaba convencido que se la había tomado como un reto.
En lo que no caí fue en que ese hombre crecía ante las adversidades y que había decidido someterme.
La capacidad de trabajo de ese cretino era agotadora, sin darme tiempo a descansar, me tuvo redactando cartas y pasándole llamadas durante más de diez horas.
Ni siquiera tuve tiempo de ir a comer.
Cada vez que veía desde su oficina que acababa de terminar un tema, recibía una nueva orden con la única intención de tenerme ocupado.
Completamente agotado, eran más de las ocho, con alegría me percaté que estaba recogiendo su mesa.
Haciendo lo propio, cerré mi ordenador y esperé a que terminara para despedirme.
Me equivoqué al pensar que iba por fin a perderle de vista, porque don Fernando poniéndose el abrigo, me preguntó:
-¿Tienes coche?-
Al responderle afirmativamente, obviando mi vida privada, me ordenó que le llevara al hotel.
No pude negarme quizás porque en mi interior esperara que me invitara a pasar la noche con él.
Tengo que reconocer que si bien era un perfecto gilipollas, el conjunto de sus músculos se me antojaban muy atractivos.
No solo era un gigante; a sus cincuenta años ese patoso seguía siendo un atleta.
Las canas que poblaban su pelo le dotaban del encanto que da la madurez, pero lo que más me atraía de él eran sus ojos negros.
Cuando me miraba, sentía que me desnudaba.
Bastante nervioso, bajé con él en el ascensor.
Estar encerrado con esa bestia en escasos dos metros cuadrados, hizo que mi mente divagara y me imaginara que me violaba.
Sé que se dio cuenta del rumbo que tomaban mis pensamientos, porque sonriéndome me preguntó si estaba nervioso.
Al contestarle que no, el muy estúpido señalando mi bragueta, me respondió:
-Entonces… te pongo cachondo-
Don Fernando disfrutando de mi turbación, aprovechó acariciar mi trasero mientras me decía:
-Me va a divertir doblegarte. Eres una putita calentorra-.
Eso fue el colmo, e indignado le solté un bofetón.
Desgraciadamente se lo esperaba, y sujetando mi brazo evitó que consiguiera mi propósito.
No contento con ello me dio la vuelta, y descaradamente pasó su miembro por mi culo.
-La gatita tiene garras- dijo muerto de risa.
Con un sofocón me separé de él y haciendo como si nada hubiera pasado abrí mi coche.
Estaba aún temblando cuando se sentó en el asiento del copiloto.
Mi jefe en cambio estaba en su salsa, con toda tranquilidad ajustó la altura del respaldo y poniéndose el cinturón esperó a que encendiera el vehículo.
Aterrorizado por tenerle a mi lado salí del parking en dirección a su hotel.
-Tienes unos buenos pezones, seguro que disfrutarás cuando te los muerda.-
-¡Será si yo quiero!- respondí hecho una furia.
-Querrás, no tengas ninguna duda.-
Afortunadamente para mí, llegué a la puerta de su hotel y sin voltear mi cara, me despedí secamente.
Mi nuevo jefe con una sonrisa en sus labios me dio las gracias por acercarle y cuando ya cerraba su puerta, me soltó:
-Mañana ven a las siete, te espero a desayunar-
Ni me digné en contestarle, estaba completamente enfurecido por el modo ruin con el que ese tipo se había comportado, y acelerando salí despavorido rumbo a casa.
El trayecto me sirvió para tranquilizarme y por eso cuando abrí la puerta gran parte de mi cabreo había desaparecido dejando un poso de desprecio que creí que iba a ser imposible que se me fuera.
Me sentía humillado, y tratando de quitarme esa sensación, me metí a duchar.
El agua caliente lejos de espantar el recuerdo de ese abusivo me lo trajo con más fuerza.
“Será cabrón”, pensé mientras me enjabonaba el pecho al recordar su comentario.
“Soy una zorra pero con quien quiero, y no su puto juguete. ¿Quién coño se cree para asegurar que va a morderme los pezones? Son míos y se los doy a quien me da la gana”, sentencié mentalmente mientras involuntariamente me los empezaba a acariciar.
Cabreado hasta unos límites inimaginables, recordé la sensación de su pene en mi culo.
Ese idiota presuntuoso había osado a traspasar los límites de la decencia, posando su miembro en mi raja y yo se lo había permitido.
Sin dejar de estrujar mi pecho con una mano, usé la otra para tratar de borrar su recuerdo de mis nalgas y mientras me aseaba, empecé cavilar en mi venganza.
“Le voy a exprimir toda su pasta. Cuando acabe con él va a tener que pedir en una esquina”.
Soñando despierto visualicé a ese mal parido a mis pies, rogando que no lo abandonara, y a mí apartándolo con una patada.
En mi mente, Fernando se comportaba como un pobre diablo dispuesto a recibir mis castigos.
Me vi azotándolo con una fusta mientras me comía la polla, tras lo cual lo sodomizaba.
La imagen de ese prepotente implorando mi perdón hizo que me empezara a excitar y ya totalmente consciente de mi calentura, me lo imaginé atado a una cama y a mí saltando sobre su pene, violándolo con mi ojete.
Sin poderme reprimir acerqué el mango de la ducha a mi culo y dejé que el chorro lo acariciara.
Poco a poco, mi cuerpo fue reaccionando al calor del agua caliente y acomodándome en la ducha, me empecé a masturbar.
“Cincuentón de mierda, primero te voy a usar y luego como si fueras un kleenex, te tiraré a la basura”,
Mi liberación llegó en forma de orgasmo y dejando que mi lefa se fuera por las cañerías, me corrí."
Soy un muñeco en sus manos.
Ni yo mismo me creo lo que ha pasado.
Ese mal nacido hace de mí lo que le viene en gana y lo peor es que a mí, me encanta.
La culpa es mía y de nadie más.
Desde bien crío, había soñado con enrollarme a un ricachón y exprimirle hasta el último euro de su cuenta corriente y por eso, cuando me lo presentaron, creí que él era el salvoconducto que me sacaría de la tan manida clase media.
No estoy orgulloso, pero tengo que reconocer que en un principio solo me atrajo el color de su puñetero dinero.
Conozco a ese cabrón.
Todo empezó el día que la casualidad hizo que la empresa, donde trabajaba, quebrara y un fondo buitre se hiciera con la mayoría de las acciones.
Todavía recuerdo que una mañana mi antiguo jefe, casi llorando, me informó que había tenido que vender su empresa a un financiero.
Asustado por la posibilidad de perder mi trabajo, le pregunté cuando íbamos a conocer al nuevo dueño:
-Mañana llega. Ha exigido que me cambie de despacho porque quiere mandar desde el primer día-
Me dio pena el viejo, no en vano, siempre se había portado como un padre con todos sus empleados y ahora se quedaba relegado a un segundo plano.
Cómo os podréis imaginar, la noticia corrió como pólvora y todos en la oficina, estábamos aterrorizados por que la fama le precedía.
El nuevo jefe era conocido por ser un hombre inflexible, un maldito capullo que no tenía reparos en mandar a la gente a su casa por el mero hecho que le mirara mal o tuviera la desfachatez de llevarle la contraria.
Yo, en cambio estaba expectante, porque al meter su nombre en internet, había descubierto que además de millonario, era soltero y siempre se lo veía acompañado de muchachos jóvenes, con look de deportistas.
Me avergüenza reconocerlo pero a la mañana siguiente, llené mi bolso de deporte con una muda del gym y me puse un traje y una camisa ajustados, para impresionarlo.
Si a ese tipo le gustaban los muchachos atléticos, no se iba a sentir defraudado.
Al mirarme al espejo revisé mi aspecto para asegurarme de que la imagen que transmitía era la que estaba buscando y contento por el resultado, me dirigí a trabajar.
Sabiendo que era conocido por su escrupulosa puntualidad, llegué media hora antes y acomodándome en mi sitio, esperé a que hiciera su aparición.
El magnate entró exactamente a las nueve, venía acompañado de mi jefe.
Al fijarme en él, me sorprendió su figura.
En las fotos de las revistas se le veía un tipo normal y no ese animal, sus brazos y sus hombros eran los de un luchador y no los de un financiero.
Asustado por su presencia, me levanté a recibirles.
A mi antiguo jefe le sorprendió mi aspecto pero no hizo ningún comentario y presentándome a su acompañante, le dijo: -Fernando, le presento a Mario, su secretario-.
Sin cortarse un pelo, el recién llegado dio un repaso a mi anatomía.
El ejecutivo me exploró con su lasciva mirada como un ganadero examina a una res, recorriendo todo mi pecho y recreándose en mi culo.
Cuando ya creía que no podía sentir más vergüenza, le oí decir: -Un buen potrillo, espero que también trabaje-
Completamente ruborizado, le pregunté si deseaba algo.
-Un café- respondió y dando un azote en mi trasero, me exigió que me diera prisa.
Si no llega a ser por el rolex de diamantes que lucía en su muñeca ese día, le hubiese devuelto una hostia, pero comportándome como un jodido sumiso, sonreí como si me hubiese gustado su trato y meneando el culo, fui raudo a conseguir uno recién hecho.
Antes de cerrar la puerta, alcance a oír a mi antiguo superior recriminarle su comportamiento, pero el nuevo lejos de estar arrepentido, le contestó: -Si vamos a trabajar juntos, es bueno que me conozca cuanto antes-.
Reconozco que cuando lo escuché, se estremeció mi ojete pero no de gusto sino porque creí que la caza de ese cincuentón sería más fácil de lo que había planeado.
Sirviéndole el café ya me imaginaba una vida de lujos y por eso, al volver mis pezones estaban excitados.
Sé que me comporté como una zorra, pero no pude evitar agacharme al ponerle la taza enfrente y con una sonrisa, dejar caer: -Cuidado, está caliente-
El hombretón me miró y contestó: -Todavía no, pero si me sigues provocando así, vas a hacer que me hierva la sangre antes de comer-
Encantado de cómo se iban desarrollando los acontecimientos, volví a mi escritorio y olvidándome momentáneamente de él, me puse a ordenar el correo. Durante dos horas los dos hombres no salieron del despacho, pero los gritos que se alcanzaban a oír con la puerta cerrada me dejaron claro que ese energúmeno se estaba despachando a gusto.
Terminaban de dar las once y media, cuando vi que salía el antiguo dueño de su interior, cogiendo su abrigo me informó que acababa de dimitir, y haciéndome una confidencia me advirtió que yo debería hacer lo mismo.
-Lo siento, necesito el puesto- respondí mintiendo, no le podía decir que aunque no era rico tenía ahorrado lo suficiente para aguantar un par de años, y que lo que me retenía era ver si cazaba a ese tipejo.
Nada más despedirme, el mandamás me pidió que llamara a los jefes de departamento porque quería tener una reunión con ellos.
Uno a uno les fui informando que el nuevo jefe les quería en su despacho, y todos y cada uno de ellos dejaron lo que estaban haciendo, de manera que en menos de cinco minutos dio comienzo el improvisado comité.
Creyendo que no estaba requerido cerré la puerta y volví a mi silla.
No me había acomodado cuando escuché que a voz en grito me llamaba.
Asustado salí corriendo. y pidiendo permiso le pregunté que deseaba:
-Siéntate y toma nota de la reunión- me soltó indignado.
Fui testigo del denigrante modo que los trató a todos.
Perfectamente informado de la vida privada de todo el mundo, don Fernando fue desgranando los defectos y vicios ocultos de mis compañeros con una precisión insultante.
Cuando terminó se puso en pie, y señalando la salida les dio a elegir entre dejarse la piel en el trabajo o irse a la puta calle.
Reconozco que me sorprendió Aurelio.
Fue el único que se levantó, y cogiendo su cuaderno le respondió que se podía meter el puesto por el culo porque valoraba más su dignidad.
Nuestro jefe sonrió al escucharlo, y llamando a recursos humanos les pidió que le extendieran un cheque por el despido.
Los demás nos quedamos acojonados en nuestros asientos, de modo que tuvo que ser don Fernando quien nos mandara a trabajar.
La desbandada fue general, y yo el primero, no me apetecía quedarme con ese salvaje.
Desgraciadamente, cinco minutos después tuve que volver a entrar para que me firmara la liquidación del valiente.
Al ponerle los papeles para que estampara su rúbrica, el gigante me volvió a dar un buen repaso con la vista y tras firmar me preguntó:
-¿No te ha extrañado que no revelara tus defectos ante los demás?-
-Si- respondí, y queriéndome hacer el gracioso proseguí diciendo: -Será que no tengo-
No había terminado de hablar cuando ese capullo ya se estaba riendo a carcajadas.
Su burla me cabreó y encarándome a él le solté: -No soy consciente de mis fallos, ¿podría ilustrarme con lo que sabe de mí?-
Con lágrimas en los ojos producto de la risa, me contestó:
-¿Por dónde quieres que empiece? – y sacando un dosier con mi foto se puso a leer: -Veinticinco años, soltero, personalidad manipuladora, interesado, egoísta,...-
-¿Algún defecto?-, le espeté interrumpiéndolo.
-..bocazas y bastante puto; en resumen, eres un trepa que no dudaría en humillarse y dejarse follar por conseguir su objetivo.-
-Como puto solo es un estigma para los payasos, todo lo que tiene es que no me muerdo la lengua- respondí bastante enfadado por la descripción que había hecho, y cogiendo los papeles firmados decidí irme de su presencia.
Su carcajada retumbó en mis oídos mientras me marchaba.
Ya en mi mesa, sonreí al comprobar que ese ogro no se había molestado con mi altanería, al contrario, estaba convencido que se la había tomado como un reto.
En lo que no caí fue en que ese hombre crecía ante las adversidades y que había decidido someterme.
La capacidad de trabajo de ese cretino era agotadora, sin darme tiempo a descansar, me tuvo redactando cartas y pasándole llamadas durante más de diez horas.
Ni siquiera tuve tiempo de ir a comer.
Cada vez que veía desde su oficina que acababa de terminar un tema, recibía una nueva orden con la única intención de tenerme ocupado.
Completamente agotado, eran más de las ocho, con alegría me percaté que estaba recogiendo su mesa.
Haciendo lo propio, cerré mi ordenador y esperé a que terminara para despedirme.
Me equivoqué al pensar que iba por fin a perderle de vista, porque don Fernando poniéndose el abrigo, me preguntó:
-¿Tienes coche?-
Al responderle afirmativamente, obviando mi vida privada, me ordenó que le llevara al hotel.
No pude negarme quizás porque en mi interior esperara que me invitara a pasar la noche con él.
Tengo que reconocer que si bien era un perfecto gilipollas, el conjunto de sus músculos se me antojaban muy atractivos.
No solo era un gigante; a sus cincuenta años ese patoso seguía siendo un atleta.
Las canas que poblaban su pelo le dotaban del encanto que da la madurez, pero lo que más me atraía de él eran sus ojos negros.
Cuando me miraba, sentía que me desnudaba.
Bastante nervioso, bajé con él en el ascensor.
Estar encerrado con esa bestia en escasos dos metros cuadrados, hizo que mi mente divagara y me imaginara que me violaba.
Sé que se dio cuenta del rumbo que tomaban mis pensamientos, porque sonriéndome me preguntó si estaba nervioso.
Al contestarle que no, el muy estúpido señalando mi bragueta, me respondió:
-Entonces… te pongo cachondo-
Don Fernando disfrutando de mi turbación, aprovechó acariciar mi trasero mientras me decía:
-Me va a divertir doblegarte. Eres una putita calentorra-.
Eso fue el colmo, e indignado le solté un bofetón.
Desgraciadamente se lo esperaba, y sujetando mi brazo evitó que consiguiera mi propósito.
No contento con ello me dio la vuelta, y descaradamente pasó su miembro por mi culo.
-La gatita tiene garras- dijo muerto de risa.
Con un sofocón me separé de él y haciendo como si nada hubiera pasado abrí mi coche.
Estaba aún temblando cuando se sentó en el asiento del copiloto.
Mi jefe en cambio estaba en su salsa, con toda tranquilidad ajustó la altura del respaldo y poniéndose el cinturón esperó a que encendiera el vehículo.
Aterrorizado por tenerle a mi lado salí del parking en dirección a su hotel.
-Tienes unos buenos pezones, seguro que disfrutarás cuando te los muerda.-
-¡Será si yo quiero!- respondí hecho una furia.
-Querrás, no tengas ninguna duda.-
Afortunadamente para mí, llegué a la puerta de su hotel y sin voltear mi cara, me despedí secamente.
Mi nuevo jefe con una sonrisa en sus labios me dio las gracias por acercarle y cuando ya cerraba su puerta, me soltó:
-Mañana ven a las siete, te espero a desayunar-
Ni me digné en contestarle, estaba completamente enfurecido por el modo ruin con el que ese tipo se había comportado, y acelerando salí despavorido rumbo a casa.
El trayecto me sirvió para tranquilizarme y por eso cuando abrí la puerta gran parte de mi cabreo había desaparecido dejando un poso de desprecio que creí que iba a ser imposible que se me fuera.
Me sentía humillado, y tratando de quitarme esa sensación, me metí a duchar.
El agua caliente lejos de espantar el recuerdo de ese abusivo me lo trajo con más fuerza.
“Será cabrón”, pensé mientras me enjabonaba el pecho al recordar su comentario.
“Soy una zorra pero con quien quiero, y no su puto juguete. ¿Quién coño se cree para asegurar que va a morderme los pezones? Son míos y se los doy a quien me da la gana”, sentencié mentalmente mientras involuntariamente me los empezaba a acariciar.
Cabreado hasta unos límites inimaginables, recordé la sensación de su pene en mi culo.
Ese idiota presuntuoso había osado a traspasar los límites de la decencia, posando su miembro en mi raja y yo se lo había permitido.
Sin dejar de estrujar mi pecho con una mano, usé la otra para tratar de borrar su recuerdo de mis nalgas y mientras me aseaba, empecé cavilar en mi venganza.
“Le voy a exprimir toda su pasta. Cuando acabe con él va a tener que pedir en una esquina”.
Soñando despierto visualicé a ese mal parido a mis pies, rogando que no lo abandonara, y a mí apartándolo con una patada.
En mi mente, Fernando se comportaba como un pobre diablo dispuesto a recibir mis castigos.
Me vi azotándolo con una fusta mientras me comía la polla, tras lo cual lo sodomizaba.
La imagen de ese prepotente implorando mi perdón hizo que me empezara a excitar y ya totalmente consciente de mi calentura, me lo imaginé atado a una cama y a mí saltando sobre su pene, violándolo con mi ojete.
Sin poderme reprimir acerqué el mango de la ducha a mi culo y dejé que el chorro lo acariciara.
Poco a poco, mi cuerpo fue reaccionando al calor del agua caliente y acomodándome en la ducha, me empecé a masturbar.
“Cincuentón de mierda, primero te voy a usar y luego como si fueras un kleenex, te tiraré a la basura”,
Mi liberación llegó en forma de orgasmo y dejando que mi lefa se fuera por las cañerías, me corrí."
Ya quiero seguir leyendo esta historia me puso a mil
ResponderBorrarOjala pronto puedan publicar la siguiente parte es una muy buena historia saludos !
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