31/1/12

Aleix y Calvin


"En la ducha debía enjabonar a Aleix, no sólo la espalda, sino todo el cuerpo.
Primero le lavaba la cabeza, con champú a la ortiga, manejando los dedos con cuidado. Si le caía champú en los ojos me pegaba una hostia en cuanto podía abrirlos de nuevo.
Debía poner especial cuidado al enjabonarle los genitales. Si lo hacía con tiento, sonreía favorable. Si le rascaba, estrellaba con fuerza su mano en mi culo mojado y desnudo.
Según mi humor se lo hacía delicado o destemplado. Le rascaba más a menudo.
Sabía apreciar el eco que producían en el baño los azotes fogosos que estrellaba en mi trasero, mucho más que los que sonaban en el salón cuando me abofeteaba.
Lo miraba calmo e intenso a los ojos cuando le rascaba y mantenía la mirada en suelo hasta que me golpeaba. Los golpes sonaban histéricos, encendidos.
A veces, si no quedaba satisfecho con los azotes, me pellizcaba las nalgas, apretando los dientes, convirtiendo sus labios en apenas una fina línea de perversión hasta hacerme llorar.

Después de la ducha, anudaba una toalla a mi cintura y lo secaba con cuidado, primero el cabello sedoso, luego su cuerpo sólido, de carnes prietas, sin pizca de grasa, comenzando por las extremidades, por último el tronco.
Le ponía desodorante en las axilas y los pies.

En el dormitorio lo vestía con sumo cuidado. Me arrodillaba para ponerle los calcetines. A veces me fijaba porque la tenía crecida y, si titubeaba, apoyaba su pie ne mi hombro y me lanzaba hacia atrás.

Yo volvía embriagado a mi trabajo con Aleix. le metía los calzoncillos y los Levi’s. Luego sus camisetas prietas. Debía ajustare bien el cinturón, ni comprimido, ni suelto.

Si lo hacía correcto, cuando había terminado, me abrazaba y susurraba en mi oído: Lo has hecho muy bien, Calvin, muy bien."


Cristóbal Ramírez
Fragmento de la novela "Sígueme"

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