Lleva varios días encerrado y negándose a jugar.
Su misterioso Maestro de vez en cuando comprueba si está dispuesto a ceder.
Asustado se niega desafiante a los placeres sexuales ofrecidos por su captor, prefiriendo volver a su pequeña jaula.
El olor a esperma y lubricante que llena constantemente sus fosas nasales finalmente lo excita al punto de decir que sí.
A pesar de su renuencia inicial los diabólicos juguetes anales lo calientan al punto de que no puede dejar de masturbarse.
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