Los distintos sabores de la piel y los fluidos del Amo son mi mayor afrodisíaco.
Oler, lamer, saborear todos los rincones de su cuerpo es la mejor recompensa después de soportar, con gusto que no excluye el dolor, una sesión de dulces torturas disciplinarias.
Lavarlo con mis babas me abre el coñojete, que palpita y se lubrica solo, mientras espera las embestidas de su adorada verga.
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