27/11/12

Déjame entrar



La literatura del siglo XIX utiliza la figura del vampiro como símbolo de la sexualidad transgresora y depredadora.
En cierta manera el vampiro es percibido como una metáfora de la homosexualidad en la que el no muerto es una criatura de apariencia humana pero que debe ocultar su verdadera naturaleza para evitar el rechazo y la persecución de la sociedad que le rodea.
Las primeras connotaciones homosexuales en la figura del vampiro aparecen en época temprana.
A partir de la macabra y morbosa leyenda que rodea a la condesa Erzsébet Báthory, que según las acusaciones secuestraba doncellas para bañarse en su sangre y conservar su juventud y belleza y según aportaciones posteriores para obtener un sádico placer sexual.
La homosexualidad masculina aparece reflejada directamente por primera vez en el relato "Manor" (1884) de Karl Heinrich Ulrichs, donde el vampirismo está estrechamente ligado a la relación prohibida entre dos jóvenes, cuyo amor sobrevive a la muerte de uno de ellos.
En la saga de "True Blood" los vampiros a menudo poseen una orientación sexual ambigua y vinculada a su naturaleza depredadora.
Según Charlaine Harris, la autora de la saga, su intención era crear un escenario impulsado por los conflictos de integración de una minoría marginada, utilizando a los vampiros como modelo. En el comienzo de la saga se hace alusión a la revelación de los vampiros al mundo como el día que los vampiros salieron del ataúd.
En las "Crónicas Vampíricas" de Anne Rice se alternan diversos personajes con un intenso contenido homoerótico, como Lestat y Louis o Marius y Armand.
En "El alma del vampiro" (1992) de Poppy Z. Brite, muchos de los personajes mantienen una gran carga de ambigüedad sexual, o directamente una orientación homosexual, con descripciones vívidas que constituyen uno de los elementos del estilo de la autora.
La novela "Déjame entrar" (2004) de John Ajvide Lindqvist continúa con la sexualidad transgresora de la figura del vampiro, en esta ocasión situada en el amor entre dos niños Oskar, y Eli, éste último un vampiro masculino que fue castrado como parte de un juego morboso y que desde entonces ha adoptado una identidad femenina.




Las ilustraciones son obras del artista Choppski

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