13/3/17

Cambio de Amo




La visión de su pálido cuerpo contra la oscura madera, tan sumiso, tan dispuesto, hizo que Biton se crispara. 
Deslizando una mano dentro de sus boxers, acomodó su polla en ellos. 
No podía creer que Cavan no lo hubiese despertado, cuando se movió a gatas sobre la cama. 
Sentado y ahuyentando el sueño de sus ojos, lo miró otra vez. 
Las largas y anchas cicatrices, que entrecruzaban la espalda de Cavan, enviaron una ráfaga de compasión a través de su cuerpo. 
—Levántate. 
Cavan se levantó con una lánguida elegancia. 
Su cuerpo se enderezó y se mantuvo rígido, excepto por su cabeza inclinada. 
Más cicatrices, anchas y brillantes franjas de carne, atravesaban sus costillas. 
La marca de un latigazo fuera de control, rodeaba su cuerpo. 
El área de la ingle estaba totalmente afeitada, así como las pelotas. 
Había varias cicatrices circulares en la región pélvica, quemaduras de cigarrillo o quizás de puro. 
Parecían demasiado grandes para ser de cigarrillo. 
Con la lujuria que lo había dominado antes, no las había notado. 
—Date la vuelta. 
Más cicatrices, más dolor. 
Una vez más, Biton se preguntó si Cavan disfrutaba del dolor o solo se había acostumbrado a él. 
La mirada de Biton subió por la espalda de Cavan hasta descansar en el ancho collar. 
Demasiado apretado y hecho de áspero cuero, tenía que ser doloroso y probablemente también peligroso. 
Un collar de uso diario, era una prueba de propiedad, no un método de tortura. 
Algunos Amos los usaban apretados como un medio para buscar un final más placentero, pero esos eran collares de juego. 
Biton no tenía ninguno de ese tipo.
 —Quítate el collar. 
Cavan se giró para encararlo, con la reticencia marcada en la frente durante un segundo. 
Con una vacilación, breve pero real, sus manos se movieron lentamente. 
Abrió la hebilla con dedos titubeantes. 
Un lento rubor comenzó en su pecho, extendiéndose hacia arriba mientras el broche cedía finalmente. 
—Ven aquí. Encima de la cama. 
En esta ocasión no dudó. Se arrodilló sobre el colchón con la cabeza inclinada, su lengua salió rápidamente, para mojar sus labios, sus dedos todavía tensos alrededor del collar. 
Biton tendió la mano, esperando el ancho pedazo de cuero, y Cavan lo colocó sobre su palma. 
—No llevarás un collar hasta que no te lo hayas ganado. 
El collar es una elección de tu Amo, no tuya. 
—Tiró el ofensivo trozo de cuero sobre la mesilla de noche.
— Y tú eres mío ahora. Recuérdalo. Las reglas de tu antiguo Amo no se aplican aquí. Si no estás seguro de algo, tienes que preguntarme. ¿Entendiste? 
Cavan asintió ligeramente.
 —Dilo, Cavan. —Entiendo, Amo. 

Shayla Kersten fragmento de "30 días"





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