11/2/15

Me gustó...a pesar de todo

"Vas a ser obediente ¿verdad? No queremos hacerte daño. Sólo quiero que nos des placer a mí y mis colegas.
 — ¡Soltadme, joder! — zarandeé mis brazos consiguiendo que otro tipo me retorciera las muñecas con una sola de sus manos.
 — Ingenuo...Vas a mamar bien ¿pero podrás con tres pollas a la vez?  Yo creo que eso es mucho para ti. Pero por probar...que no quede.


El tercero llevó a clavar mis rodillas en el suelo. 
Y entonces el lider de la banda se desabrochó los botones del pantalón enfrentándome a su polla.
 — Abre la boca. Y ni se te ocurra hacer ninguna tontería ¿me oyes?
Me sujetaron la cabeza  sus dos colegas y me abrieron con brusquedad los labios. 
El líder sin ningún tipo de cuidado coló su polla en mi boca, ya erecta y dispuesta a ser mamada.
Temiendo por todo aquello que me hicieran esos salvajes comencé a chupar.
— Eso es... sabía que eras un buen mamón — dijo sintiendo como mi lengua viajaba húmeda por su glande.
Al jefe le siguió otro de sus amigos, éste más fornido y con una polla que me costó tragar por su anchura.
El tercero se atrevió a metérmela en la boca al mismo tiempo que se la mamaba a su compañero.
Me obligaron a tragarme dos pollas a mismo tiempo y las arcadas surgieron al instante.
No me daban  tiempo para respirar.
Sus líquidos pre-seminales se unieron con mi saliva que brillaba en hileras mientras mis labios pasaban de chupar una polla para verse invadidos al instante por otra.


Mamé las tres enormes pollas; todas con una erección contundente, arqueadas y dispuestas a no dejarme ni un segundo con la boca vacía.
El último en mamar, sin yo esperarlo, se corrió en mi boca.
Aún no complacido empujó mi cabeza hasta la base de su rabo al tiempo que yo evitaba ahogarme con su corrida dentro, sin poderla escupir.
Mientras, sentí como me humedecían el ano con sus asquerosas manos.
La polla salió por fin de mi boca pero fue tarde, el semen ya viajaba a mi estómago.
En apenas dos segundos, calculé el momento de escapar pero otro de los tíos me colocó a cuatro patas sobre el cemento. 
Mis piernas, mi culo estaban a expensas de los cabrones que peleaban por ser el primero en follarme.
Lo echaron a suertes. El ganador: el más grande, un negro enorme.
Así que poniéndose de rodillas y mostrando la tensión en su rabo me la metió con autentica gana.
Esa polla era larga y ancha como para que gritara.
En seguida la mano del líder me tapó la boca.
 — No se te ocurra gritar más ¿Qué quieres? ¿Aguarnos la fiesta? Dirás que no te lo estás pasando bien ¿eh?
 — Sois unos hijos de puta. ¡Soltadme, por favor!
— No, hasta que nos hallamos corrido todos en tu puto culo y en tu puta cara. ¿Me has entendido?

Así hicieron. Uno por uno, pasaron por mi culo. 
Acabé follado por boca y culo al mismo tiempo. En pareja de dos.
Turnándose para ver quién llegaba más hondo a clavármela hasta el paladar o hasta el final de mi recto.
Mi cuerpo azotado por los empujes, quedó abandonado de toda resistencia. Me dejé violar. Simplemente, me dejé violar.
No puedo recordar cuanto tiempo estuvieron follándome los tres.
Diez minutos, o tal vez un cuarto de hora.


Cansados por ver su víctima sin apenas fuerzas para seguir recibiendo, echaron todas sus corridas en mi cara. Una a una.
La mano de alguno de ellos arrastró mi mandíbula hacía abajo abriéndose de ese modo mis labios.
Los chorros de semen golpearon mi lengua y tuve que tragar a exigencias del líder.
Mi cara se llenó de la lefa de todos y cada uno de ellos.
Sus tres sabores, distintos se entremezclaban en mi lengua, agrios, otros más dulces.
Para acabar con la denigración me obligaron a lamerle los cojones. 
Por la frente me golpeaban sus rabos babosos, cómodos, tras la agresión.
A exigencias del líder tuve también que meter mi lengua en su culo.
Mientras tragaba el sudor y sabor de su ano él, finalizó su acto con estas palabras:
— Has sido buen chico. Buen chico. Pero has de serlo siempre y no decirle nada a nadie porque si lo cuentas, la próxima vez que te encontremos no serán nuestras pollas las que te follen,  buscaremos algo mucho más grande y duro.
Tú verás lo que haces...

Volví a casa dolorido y sucio.
Los cuatro cabrones se habían divertido conmigo al menos 40 largos minutos.  La mandíbula me dolía horrores y en la boca conserevaba el sabor de sus corridas.
Mi culo ardía de dolor.
Había sufrido un desgarro en el esfínter de eso estaba seguro.
Sentí odio, odio a mi mismo, porque tenía que reconocer que me gustó mucho lo que me ocurrió."

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