24/6/24

Las visitas a mi padre

Cada vez que viajo a visitar a mi padre el Machote no pierde demasiado tiempo en recibirme.
Apenas llego antes de cualquier otra cosa me toma de la cintura y me empuja al sótano donde tiene su gimnasio.
Por más que pasen los años y yo ya no sea el jovencito que desvirgó,  me recibe con los ojos cargados de lujuria y la verga dura.
Se despelota antes de quitarme los pantalones y arrojarme sobre el columpio que usa para coger a sus perras; quiere que abierto de patas le exponga el culo y le muestre el ojete ya lubricado, necesita no perder tiempo para darme una de esas culeadas salvajes que acostumbra.

Por mis obligaciones no puedo quedarme en su casa más de dos días, a lo sumo un fin de semana; pero les aseguro que en el viaje de regreso llevo siempre el ojete irritado y supurando sus abundantes leches.
Casi ni paramos para descansar o salir a comer algún bocado.
Mi padre me ha dicho que después se toma algunos días en volver a atender a sus perras: y eso significa dinero para su bolsillo, ya que a sus putos les cobra una tarifa por someterlos y cogerlos bien cogidos.
Conociendo a mi padre aseguro que los sumisos pagan con gusto y hasta estarían dispuestos a sacrificar otros gastos con tal de no privarse de tan intensos polvos.

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