No cualquiera puede torturar o violar.
Necesariamente al torturador el acto en sí le da placer.
La tortura ha sido históricamente un mecanismo de dominación del otro, y se ve
exacerbada por el placer.
Sus objetivos pueden cambiar el clivaje, pueden cambiar la prioridad.
Puede ser que se busque el placer como algo prioritario, y después se use como instrumento de dominación o a la inversa.
Pero estos objetivos siempre van acompañados.
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