Los ejércitos funcionan históricamente, y en todo el mundo, bajo lo que se denominan valores castrenses.
La defensa de estos valores exigen una sumisión extrema e irreflexiva a la autoridad militar, y la obligada obediencia ciega conduce muy a menudo al abuso de la autoridad que da la fuerza.
La perenne sombra amenazante de la violencia física favorece, tradicionalmente, un machismo exacerbado.
La violencia y el acoso traumatizan a las víctimas tanto como la ausencia de justicia imparcial y las represalias que a menudo viven tras denunciar el incidente que los afecta.
El único recurso judicial de un soldado violado es reportar el ataque a su Comandante, incluso si éste fue el atacante, y en manos de éste está investigar y procesar, sin importar la evidencia.
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