17/11/13

Sueños, deseos, fantasías


En un momento de sus investigaciones Freud llegó a la conclusión de que era probable que las escenas sexuales que describían sus pacientes no hayan en verdad ocurrido, sino que hayan sido fantaseadas por ellos, pues era improbable que la amplia generalidad de actos de perversión atribuidos al padre, deducible en todos los casos sea real.
Que en el inconsciente no existe un signo de realidad, por lo que no se puede distinguir la verdad frente a una ficción efectivamente cargada.
 Logra entonces a partir de esta encrucijada, a la que lo arrojan sus pacientes, delinear el concepto de fantasía.
Esa escena de seducción que no había existido en la realidad sino en el discurso del paciente, pero que por ello mismo conserva su capacidad de causa, su poder patógeno, es entendida por Freud como fantasía.
El discurso se torna verdad, a través de la fantasía.
La realidad de estas escenas sexuales infantiles no eran más que “realidad psíquica”, pero no obstante el paciente fantasea con la vivencia de esa escena otorgándole carácter verdadero.
En algunos casos, no obstante estas escenas originarias fueron vivencias reales, o bien se mezcla en ellas algo de la realidad material, pero de todos modos el resultado es el mismo y no existe diferencia entre los efectos ya hayan sido sucesos reales o creaciones imaginativas.
Podemos entender la fantasía como un guión imaginario en el que se halla presente el sujeto, son escenas organizadas que pueden ser dramatizadas generalmente en modo visual y que representan, si bien en forma deformada por los procesos defensivos, la realización de un deseo.

La fantasía guarda la más estrecha relación con el deseo.
El deseo tiene su origen y su modelo en la experiencia de satisfacción, a partir de la cual el objeto de deseo se halla irremediablemente perdido, instaurándose la falta. 
Deseos insatisfechos son entonces las fuerzas pulsionales de las fantasías, y cada fantasía singular es un cumplimiento de deseo, una rectificación de la insatisfactoria realidad. 
Esta realidad exterior, a la cual el sujeto debe volcarse forzado por la necesidad, instaura el principio de realidad, que impone la renuncia a una cuota de placer. 
Este renunciamiento doloroso, por cierto, no se consuma sin asegurar una compensación, a saber la fantasía. 
El hombre se ha reservado la fantasía, una actividad psíquica que le permite seguir gozando de esa libertad que el principio de realidad ha obligado a ceder. 
Las fantasías permiten la adquisición del placer, independientemente de la realidad. 
Podemos preguntarnos en este punto entonces ¿Por qué no puede este placer ser satisfecho sin más en la realidad exterior? 
¿Por qué el deseo al no encontrar posibilidad de satisfacción real se vuelca a las fantasías como medio de satisfacción? 
Quizás podemos pesquisar la respuesta en los sueños nocturnos, que al igual que las fantasías son una manifestación del inconsciente 
Si la elucidación del sentido de los sueños es la mayoría de las veces un trabajo arduo, ello es debido a una sola circunstancia: que también por la noche, al igual que en los sueños diurnos, se ponen en movimiento en nuestro interior unos deseos de los que tenemos que avergonzarnos y debemos ocultar, y que por eso mismo fueron reprimidos, empujados a lo inconsciente. 
Los sueños nocturnos son unos cumplimientos de deseo como los diurnos.
Así para la necesidad que instala el hambre no hay mas objeto que el alimento, el deseo vive precisamente de insatisfacción.


No te avergüences ni reprimas, 
lleva a cabo tus sueños, 
realiza tus fantasías, 
cumple con tus deseos.

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