9/7/17

Un tropiezo desafortunado


- Escucha chico, no me importa si tienes 18 años, te lo vengo advirtiendo desde hace mucho tiempo, si te atrapo nuevamente haciendo skateboarding en el Jardín Botánico, te subiré a mis rodillas y azotaré tu pequeño y desnudo culito tanto y tan duro que no podrás sentarte hasta el próximo invierno y entonces solo lo podrás hacer sobre un cojín de espuma!
Con este sermón el oficial Dickman advirtió al joven Randall Taylor mientras le señalaba el cartel del parque con la leyenda clara de la prohibición.

- Pierda cuidado oficial Dick... - replicó Randall casi logrando disimular su insolencia.
-¡Yo no monto más el skate, eso es cosa de niños!

- ¡Espero que sea así muchacho, porque soy un hombre de mano dura que nunca rompe su palabra!

Randall, sin embargo, no era un chico en  quien confiar.
Tan pronto como el policía se marchó, subió a su patineta, saltó el cerco enrejado, molestando a los paseantes y dañando los canteros de flores.


Pero como pasa casi siempre, los chicos traviesos aprenden las lecciones cuando son dolorosas.
Un tropiezo desafortunado hizo volar al muchacho conduciéndolo a un aterrizaje particularmente incómodo.


A un médico y dos enfermeros les llevó tres horas quitar todas las espinas de cactus del culito perforado de Randall, mientras que el gruñón de 18 años lloró y gritó como un niño de tres años.


Pero esos quejidos no pudieron compararse con los gritos de Randall cuando el oficial Dickman cumplió con su palabra!

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