15/2/16

Nalgadas a la fuerza


En muchos lugares del mundo, los padres y tutores, maestros, profesores y directores escolares así como otros cuidadores, les pueden dar legalmente nalgadas a la fuerza a los niños de hasta dieciocho años.
Por consiguiente, es fácil para los flagelantes obtener puestos donde pueden abusar de chicos con poco o ningún miedo a recibir quejas. 
Siempre que la sociedad siga viendo las nalgadas como un acto legítimo de disciplina, y siempre que se suponga que los jóvenes que reciben tal castigo lo han merecido, los que abusan dando nalgadas tienen un disfraz moralizador y efectivo para sus motivos verdaderos. 
La historia, las actas judiciales, y las noticias contienen numerosos casos de abuso flagelante contra víctimas indefensas, y no se puede saber cuantos casos han tenido lugar sin llegar a ser denunciados. 
Quizás algunos adultos piensen: Pues yo sé que mis intenciones son puramente no sexuales, entonces no tienen de malo nalgadas que yo dé a un chico.
 El problema principal con este razonamiento es que deja de considerar a todos los jóvenes que están a merced de otros adultos, entre quienes siempre habrá unos con motivos menos puros, y no necesariamente obvios. 
Incluso las nalgadas que no tienen ningún motivo sexual contribuyen al pretexto del que dependen los que abusan dando nalgadas, reforzando la vieja coartada:  ¿Cuál es el problema? Mucha gente le da nalgadas a sus chicos.
Aún sin motivos sexuales por parte del castigador, las nalgadas pueden alterar el desarrollo sexual y psicológico normal.
Porque las nalgas están tan cercanas a los órganos genitales y enlazadas de forma múltiple con los centros nerviosos sexuales, que dar palmadas ahí puede provocar sensaciones fuertes e involuntarias de placer sexual. 
Esto puede ocurrir hasta en los chicos muy jóvenes a pesar del gran dolor y angustia que les produzca. 
Este tipo de estimulación sexual, que socava todo propósito disciplinario y que la mayoría estaría de acuerdo en que no es adecuado para menores en cualquier contexto, puede hacer que un chico ligue su sexualidad a la idea de las nalgadas. 
Es posible que esta fijación le cause problemas en la vida adulta. 
O, en cambio, el jóven puede reaccionar contra estos sentimientos de placer indecorosos reprimiendo su sexualidad, de tal modo que tal vez como adulto, él tendrá dificultades para gozar el placer sexual y lograr la intimidad. 
Otro peligro es que la mezcla confusa de placer con dolor volverá a ser la base para tendencias sadomasoquistas permanentes. 
Mientras que la intensidad y los antecedentes del sadomasoquismo varían mucho entre individuos, la inmensa mayoría de casos estudiados señalan la misma causa primaria: azotes durante la infancia, usualmente en las nalgas.
Tom Johnson 


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