10/6/15

Premio doble

En un par de semanas iba a ser mi cumpleaños, y me había propuesto firmemente no llegar a mi mayoría de edad sin haber mantenido ningún contacto sexual con otro chico. 
Así que un sábado por la mañana me levanté calentísimo y muy decidido, y me arreglé para dirigirme a un centro comercial de mi ciudad en el que, según me habían dicho por Internet, se daban cita muchos gays jovencitos con ganas de pasarlo bien un rato a base de polla o culo... 


Con un empalme de caballo desde temprano me decidí a ponerme lo más sexy posible para intentar pillar algún buen chaval que me espabilase y me quitase las tonterías de encima a base de raciones de rabo. 
Como aun hacía bastante calor me puse una camiseta pegada sin mangas, que dejaban ver unos brazos que el verano había dejado morenísimos y muy suaves, y de la que se escapaban algunos pelillos claritos de mis axilas. 
También me puse unos piratas vaqueros que me quedaban algo anchos, debido a que en verano había estado apuntado a natación y el culete se me había puesto más pequeñito y respingón. 
Como el pantalón me quedaba algo caído me puse los calzoncillos más morbosos que tenía… uno de esos Calvin Kline blancos con una banda roja arriba… 
Mirándome al espejo sólo pude pensar: "Uf si pudiera me follaba a mí mismo".
Así que me arreglé un poco mi media melena, que aunque ya no era tan rubia como cuando era más niño, aun era bastante clarita. 
Odiaba no tener nada de pelo en el pecho, y casi nada en la barba… por aquel entonces sólo me había salido una buena mata encima de mi blanquita polla, otro poco más en las axilas y un poco por el culo. 
Odiaba mis enormes ojos verdes, porque me hacían parecer un par de años menor, y me habían dado muchos problemas para entrar en las discotecas con mis colegas, pero sabía que me ayudarían mucho a la hora de encontrar un chulazo con ganas de marcha. 
Me despedí de mi hermano mayor, que era el único que había en mi casa, con la excusa de que tenía que comprar unos cd’s vírgenes, y así salí a la calle, aunque el puto viento me daba en plena cara y me despeinaba el flequillo, que era algo que no podía soportar. 

El problema llegó cuando llegué al centro comercial. 
"¿Y ahora que cojones hago?". 
Así que simplemente hice el recorrido habitual de tiendas de discos, de ropa… 
Y no vi ningún tío que mereciera la pena, sólo niñatos amariconados y viejos salidos que me miraban con cara de pervertidos deseando tocarme. 
Habiendo perdido toda la esperanza y media mañana, ya me disponía a volver a casa, cuando pasé por la puerta de una tienda de ropa en la que nunca entro, porque es para bakalas y a mí ese estilo de prendas no me va nada… pero por echar un ojo no iba a perder nada… 
Y lo vi. 
Al tío más bueno y más morboso del mundo. 
Tenía una camiseta negra de tirantes por la que se adivinaba saliéndole del pecho la esquina superior de un tatuaje tribal, y un cadenón de plata de un dedo de grosor. 
El colega llevaba zapatillas de skater, y un bañador blanco bastante ancho, notándose que debajo no llevaba ropa interior, ya que a cada mínimo movimiento su polla se notaba vibrando. 
Se le veía otro tatuaje más en el gemelo… otro tribal… y no hay nada que a mí me de más morbo. 
Pero lo mejor era la cara: tendría como un año más que yo, y conservaba una cara de niño pícaro en el cuerpo de un maromazo de barrio. 
Tenía los ojos azul eléctrico y los labios mas sensuales del mundo. 
Sus facciones eran aun redondeadas, pero el durísimo gesto de su cara las convertían en la combinación perfecta. 
Tenía el pelo un poco más largo por detrás, con las puntas teñidas de amarillo, igual que el flequillo… 
Todo un machito heterosexual de barrio. 
Me quedé tan embelesado mirándolo que el tío se cosco, y mirándome fijamente me hizo un gesto con la cara y con el hombro, como preguntándome chulamente si quería algo. 

Yo me puse nervioso y me di la vuelta, y cogí la primera prenda que tenía al alcance de mi mano, todo por disimular. 
Uf… me había puesto cachondísimo, pero tenía miedo de que ese tío tan chulo y tan chungo me pegara un guantazo por haberlo mirado. 
Así que decidí salir de la tienda lo más rápido posible. 
Empecé a vagar por los pasillos, pero estaba tan caliente que llegué a la conclusión de que me tendría que hacer un pajote antes de tirar para casa, y otro al llegar, por supuesto. 
Así que me metí en los baños en los que había pensado perder la virginidad, pero solo para cascarmela a la salud de aquel macho. 
Cuando me metí en el baño decidí echarme agua en la cara, porque con toda la excitación estaba empezando a sudar, y si me ponía así a pelármela iba a salir como un pollo. 
Me doblé sobre el lavabo y llené mis manos de agua, refrescándome también la nuca. 
Cuando me volví a incorporar en el espejo vi al tío de antes, mirándome fijamente, y buscándome los ojos a través del espejo. 
Yo me quedé muerto, y sin saber como reaccionar. 
Pero el chaval dio el primer paso. 
Se metió el dedo por la cintura del pantalón y me hizo un gesto con la cabeza para que me metiera con él en la minúscula cabina. 
Entre con una inexplicable mezcla de excitación, deseo y miedo, todo mi cuerpo temblaba como un flan, intentando imaginar lo que se me venía encima. 

Cuando pasé el umbral el chico cerró la puerta con cuidado, y yo directamente le eché mano al paquete, que me estaba volviendo loco. 
Pero el tío, violentísimamente, me apartó la mano y me cogió del cuello, empujándome contra la pared, sacó una navaja pequeña y me la puso en la yugular: ¿Qué es lo que quieres, mariconazo? ¿Qué te crees que te la voy a meter por el culo? Que asco me das, maricón. ¿Qué te has creído que yo soy de los tuyos? ¿Qué te crees que puedes ir por ahí intentando follarte a los tíos? 
Eh… No me hagas daño, yo no he hecho nada. Coge mi dinero, pero no me hagas daño. Yo pensaba que… 
¿Qué pensabas? ¿Qué nos íbamos a dar unos besitos en el vater? 
En ese momento el tío me cogió de los huevos, estrujándomelos hasta hacer que las lágrimas se me saltaran. 
¡Cómo des una voz te juro que te hinco la navaja hasta el fondo! 
A mí me dolían tanto los huevos por el apretón que el tío me estaba dando que sólo podía llorar. 
Pero a la vez, misteriosamente, estaba empezando a tener una erección de caballo, por lo morboso de la situación. 
Pues ahora me voy a llevar todo lo que tengas en la cartera… Hombre, ¡Pero si la maricona se esta empalmando! ¿Qué pasa putito? ¿Qué te excita esto? 
No no, dejame ya en paz… llevate mi dinero… 
Claro que me voy a llevar tu dinero, pero ahora encima, por haberte puesto cachondo me vas a dar una buena mamada de propina. ¿Qué te parece? ¿Estas de acuerdo mariconazo? 
Yo no supe que contestar, aunque evidentemente la idea me apetecía bastante. Mira tu por donde iba a conseguir mi objetivo de la mañana, aunque no precisamente de la manera que yo había planeado. 
El chaval me quitó la navaja del cuello, pero me dijo: Te juro que como me la muerdas, o como grites pidiendo ayuda te rajo… 
 No te preocupes que no la vas a necesitar… 
Así me gusta, espero que te esmeres, porque sino quedo satisfecho te vas a enterar, mariconazo. 

 En ese momento yo me agaché, y el se quitó la camiseta de tirantes dejándome ver el torso más espectacular que había visto en mi vida.  
Fibradísimo, moreno de playa, y con un pedazo de tatuaje tribal en uno de los pectorales, rodeándole un pezón. 
Yo no lo pude resistir y me levanté un poco para chupárselo. 
Primero lamí el camino de pelillos que iba desde el fondo de su bañador hasta su ombligo, que era lo único de pelo que tenía en el pecho. 
Cuando llegué al ombligo metí la lengua allí, y se lo chupé y lamí, como si estuviera besando sus propios labios. 
Seguí por los abdominales hacia arriba, sin un solo vello… morenísimo de playa. 
Llegué a la altura de los pezones y le dí una lamida a uno de ellos, el que estaba rodeado por el tatuaje del tribal. 
En ese momento yo ya estaba cachondo a más no poder, y sentí que la polla me iba a estallar. 
Temiendo su reacción seguí subiendo hasta llegar a sus clavículas, que también lamí, e incluso un huesecito del hombro que le sobresalía un poco. 

El tío se estaba poniendo cachondo perdido, y se notaba por sus bufidos y sus intentos de contener pequeños gemiditos. 
Cuando llegué a la base del cuello me detuvo violentamente, apartándome: ¿Qué haces maricón? ¿Qué te crees que soy tu novio?  
Déjame besarte… 
Y una poco mierda, pervertido. ¿Quieres comer? Pues come sobaco. 
El tío me cogió de la parte de atrás de la cabeza y me la empujó contra su axila. Y ese fue el momento más excitante para mí hasta ese momento. 
Me refregó el sobaco por toda la cara, llenándome de su sudor (porque en aquel váter ya empezaba a haber una temperatura altísima) e impregnándome de su olor. 
Él creía que me estaba humillando, pero para mí no había nada más excitante en el mundo. 
Tenía poco vello, y no demasiado oscuro, y un olor a macho perfecto: entre sudor y desodorante del fuerte. 
Mientras el me empujaba la cara contra su axila, yo casi sin poder respirar, sacaba la lengua, intentando chupársela todo lo que me dejaba. 
Llegó un momento en el que se cansó del jueguecito, y me dijo: Venga, joder, comeme la polla, que me has puesto a mil, maricón de mierda.
Como aun me tenía cogido del cuello, y como yo no opuse nada de resistencia, no le fue nada difícil volver a hacer que me agachase. 
Me llevé una gratísima sorpresa cuando vi que tenía un pedazo de tienda de campaña levantada… pero lo que me gustó aun más fue que en la parte exterior del bulto de la polla, torcida hacia la izquierda, se notaba un inequívoco cerco de líquido preseminal. 
Él se dio cuenta y dijo: Joder, putito, como me has puesto… Te vas a enterar. Empezó a resfregarme el paquete en la cara, y por fin me soltó del pelo para dejarme libertad de movimiento. 
Yo me hice con la situación y empecé a bajarle lentísimamente el bañador. 
La linea de pelos del ombligo se iba ensanchando cada vez más, sus huesos de la cadera estaban super marcados, y tenía desde lo que le cubría la gomilla del bañador hacia abajo estaba completamente blanco, ya que se notaba que siempre había tomado el sol con el bañador puesto. 
La blanquísima piel de las caderas me puso cachondísimo, pero aún me quedaba otra sorpresa: más abajo del hueso de la cadera tenía un tatuaje de una letra china… que morbo dios… 
Yo le pregunté: ¿Que significa? – y mientras empecé a pasear mi lengua sobre ella.  
Que me comas la polla, maricón. Eso significa. 
Así que no le hice esperar más, y empecé a lamerle los pelos de arriba de la polla, que eran marrón oscuro, y no tenía demasiados. 
Seguí bajando el bañador, y apareció la base de su blanquísimo rabo. 
Le di una lamida, y como no podía aguantar más, le bajé el resto del bañador de golpe, hasta los tobillos. 

Ante mi apareció una polla enorme, con el tronco blanquisimo y el capullo rosa oscuro, torcida un pelín hacia la izquierda, y absolutamente rezumante de líquido preseminal, que le cubría todo el glande y parte del tronco. 
Además despedía el típico olor a macho joven y cachondo, que fue lo que más caliente me puso de todo. 
El semental me dijo: Deja de mirarla… ¿no prefieres comértela? 
En ese momento me sujeto del mentón y empezó a restregarme todo lo largo de la polla por la cara, los ojos, la frente… Dejándome todo perdido del liquidillo. 
Me la pasó también por los labios, y yo los abrí, pero aún no se me coló dentro; siguió con la guarrada de pasármela por la cara, y es que se notaba que al chico le gustaba hacerlo todo lenta y morbosamente. 
Yo no podía más así que me quité la camiseta para que no se manchase, y cogí la polla con la mano, y me la metí directamente en la boca. 

Primero lamí a conciencia el glande, y poco a poco me la fui metiendo más hasta que sólo quedaban un par de dedos por entrarme. 
Con una mano me sujetaba en la taza del vater, y con la otra le sobaba los huevos, blancos, enormes y colgantes, y con muy poquito vello. 
El tío se empezó a poner a mil y empezó un mete y saca que me volvía loco, ya que mientras lo hacía su respiración estaba agitadísima, y eso me excitaba mucho. 
En un momento dado me la saqué de la boca, y a pesar de un gruñido suyo, rápidamente empecé a lamerle los huevos, que olían muchísimo a sudor y macho. 
Intenté seguir más allá de los huevos, por el perineo, pero al tío no le pareció bien, y me volvió a coger del pelo para metérmela de un golpe seco por la boca. 
Esta vez, debido a la violencia, me dio una pequeña arcada, e incluso empecé a toser, pero el tío no me la saco. 
Cuando me tranquilicé decidí bajarme los pantalones, como pude, y empezar a cascarmela, porque no podía más de excitación. 
El tío ya me tenía apoyado contra la pared, follándome la boca como si fuese el coño de una tía, con los ojos cerrados y a una gran velocidad, poniendo la cara de más mala leche del mundo. 
Y yo tenía una mano pringada de liquido preseminal pelándomela, y la otra acariciándole los huevos. 
El tío había empezado a sudar y se estaba poniendo rojo, ya que me estaba follando de lo lindo. 
Y como ya estaba algo cansado me dijo: ¿Tu que vas por la vida de muñeca hinchable? Ahora voy a descansar yo y te vas a mover tu. 
Y diciendo esto abrió la taza del vater y se sentó con las piernas abiertas, colocándome yo entre ellas. 

Su polla estaba rígida y brillante, y sus huevos colgaban hacia dentro del vater. Me cogió de la cabeza y me la volvió a meter. 
Yo notaba que estaba apunto de correrse, así que empecé a pelársela con la mano, comiéndole los huevos salvajemente. 
Como yo le chupaba los huevos y el tío con la espalda apoyada en la pared y los ojos cerrados, se fue resbalando poco a poco así que mi boca además de los huevos ya tenía al alcance el perineo, y se lo empecé a lamer como un animal, como si me fuese la vida en ello, mientras le pelaba su rezumante polla que estaba al rojo vivo ya. 
Seguí lamiendo, y llegué al principio del ojete. 
Su culo tenía pelos, y olía fuertemente a eso, a culo. 
Se lo empecé a lamer, y de la excitación me empecé a correr como nunca antes, echando varios trallazos contra el suelo y la taza del vater. 
Como el tío no me decía nada y estaba apunto de correrse, yo me envalentoné, y le acerqué un dedo al ano, empezando a acariciárselo, y comenzando a meter la yema del dedo. 

En ese momento el tío saltó como un animal, y me pegó un sonoro bofetón con la palma de la mano abierta, diciendome con la cara pegada a la mía: Ni se te ocurra, hijo de puta. 
Lejos de ofenderme eso me excitó aún mas, y me volví a meter el pollón en la boca. 
Él me empujó el rabo hasta el fondo de la garganta, y empezó a hacer unos ruidos de fuerza, muy guturales, yo supe que se iba a correr. 
No quería que se corriese dentro de la boca, prefería que se corriesen la cara y después tragármelo. 
Así que me la saqué y la seguí cascando y apretando lo más fuerte que pude. 
Al fin el suspiró y me echó un trallazo que me callo entre la nariz y un ojo. 
El resto de los calientes chorros me cayeron por la cara, hasta que me la volvió a meter en la boca, para que se la limpiara. 
Cuando su polla se empezó a poner flácida me la saco, y con sus dedos empezó a recoger su propio semen y a metérmelo en la boca. 
Yo aprovechaba y le lamía los dedos, e incluso simulándole en uno de ellos una felación. 

Con la cara encendida, y una satisfecha sonrisa, me pasó un rollo de papel higiénico, y me dijo: Te has portado genial, maricón. Límpiate, que nos vamos. Por haber sido tan bueno vas a tener premio doble. 
Yo no sabía a que se refería, y me empecé a limpiar los restos de la cara. 

Él, aun desnudo y sentado en la taza del vater, cogió el móvil y buscó un numero en la agenda. 
 Estaba tan cerca de su cara que pude escuchar toda la conversación:  
Dime, primo Josele, coge el dinero que conseguimos ayer y compra todo el costo que puedas. 
¿Qué dices? ¿No íbamos a cogernos una puta con esas pelas? 
No te preocupes, que la puta nos va a salir gratis… Voy para el barrio, ahora nos vemos que te vas a llevar una sorpresa. 
En ese momento me dijo: - Venga, vístete, que hoy vas a disfrutar como nunca.


ragazzo

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